Del 9 al 11 de abril de 2025, tuve el privilegio de participar en el II Simposio de Filosofía de la Tecnología y la IA, organizado por la Universidad de Caldas y la Red Colombiana de Filosofía de la Tecnología, un espacio clave para repensar los desafíos filosóficos de nuestro tiempo. El evento, celebrado en el Auditorio Tulio Gómez de la Sede Palogrande, congregó a expertos nacionales e internacionales en mesas temáticas como Metafísica y Ontología de la Tecnología y Ética y Política de la Tecnología, donde presenté mi ponencia el 11 de abril a las 2:30 pm bajo el título: “Ontología digital y recursividad: Hacia una metafísica de la tecnología desde Yuk Hui”.

Mi intervención, enmarcada en la mesa de Metafísica y Ontología de la Tecnología, profundizó en cómo los objetos digitales —desde algoritmos hasta bases de datos— desafían las categorías clásicas de la filosofía. Inspirado en la obra de Yuk Hui, argumenté que estos objetos no son meras herramientas pasivas, sino entidades con una ontología relacional, constituidas por redes técnicas y procesos recursivos que redefinen la existencia, la causalidad y el tiempo.
Retomando On the Existence of Digital Objects (2016), cuestioné la visión reduccionista que limita lo digital a representaciones abstractas. En su lugar, propuse que su materialidad técnica —servidores, códigos, interfaces— los sitúa en un entre ontológico, donde lo físico y lo conceptual se entrelazan. Este enfoque, como señalé, exige una metafísica flexible, capaz de integrar la recursividad como principio central: la tecnología no solo transforma el mundo, sino que redefine sus propias condiciones de posibilidad.

Profundicé en Recursivity and Contingency (2019), contrastando la visión de Hui con el determinismo tecnológico. Mientras este último impone un futuro lineal, la recursividad abre caminos contingentes, donde cada innovación genera bifurcaciones inesperadas. Durante el debate, ejemplifiqué esto con casos como los algoritmos de recomendación, cuyos sesgos no son errores técnicos, sino resultados de decisiones humanas incrustadas en sistemas que se retroalimentan.
Uno de los momentos más provocadores fue al dialogar con la cosmotecnia de Hui (2021), donde confronté su enfoque no occidental con la tradición heideggeriana. Frente a la pregunta por la técnica de Heidegger —centrada en Europa—, subrayé que la filosofía de la tecnología debe ser un diálogo global. Invité a repensar, por ejemplo, cómo las tradiciones indígenas latinoamericanas podrían enriquecer nuestra comprensión de la relación entre tecnología y naturaleza.

Adicional a mi participación en las ponencias, como miembro activo de la Red Colombiana de Filosofía de la Tecnología, asistí a la reunión interna del grupo el 9 de abril. En este espacio estratégico, discutimos proyectos clave para el próximo año, colaboración con redes académicas de Argentina, México y Chile.
Mi participación en este simposio reafirma que la tecnología es un campo de batalla metafísico. La obra de Yuk Hui, más que una teoría, es un llamado a descolonizar nuestro imaginario tecnológico y abrazar la tecnodiversidad. Como filósofo, seguiré trabajando para que estos debates no queden en aulas académicas, sino que inspiren políticas y prácticas innovadoras. ¡El futuro no está escrito, y gracias a eventos como este, podemos moldearlo con responsabilidad y creatividad!